Para muchas personas, lo más difícil de dejar de fumar es perder su vida social, las amistades y conexiones que tienen con otras personas que fuman.
Escuche cómo cuatro personas enfrentaron ese desafío.
Fumar definitivamente era algo social para mí.
Pasar el rato con mis amigos, ver deportes, tomar una cerveza...
y si tomaba una cerveza, por supuesto que también iba a fumar.
¡Me gustaba fumar!
Soy algo nerviosa, así que me gusta tener algo que hacer con las manos.
Además, ese último cigarrillo del día, después de que los niños estaban en la cama, era entonces cuando mi esposo y yo nos relajábamos juntos.
Mis compañeros y yo teníamos una banca en la parte de atrás del trabajo donde nos reuníamos para fumar durante los descansos.
Cuando dejé de fumar, ya no podía pasar el rato allí.
Echaba de menos oír cómo les iba.
Eso fue difícil.
En realidad, yo no quería dejar de fumar.
Pero tuve un problema de salud y mi doctora me convenció de que tenía que dejar de fumar.
Para mí, las ansias no fueron el mayor obstáculo; lo más difícil fue saber qué persona era yo si no era una fumadora.
Llevaba 40 años fumando.
Al principio, simplemente me alejaba de mis compañeros.
Durante el descanso, salía a caminar alrededor de la manzana y luego volvía a mi escritorio.
Pero entonces Joe me preguntó qué pasaba.
Resultó que él también estaba tratando de dejar de fumar.
Así que decidimos ayudarnos el uno al otro.
Ahora, durante el descanso, jugamos un poco a las cartas.
Y durante el almuerzo salimos a correr, levantamos pesas o jugamos al básquetbol.
Dejar de fumar fue en verdad difícil.
Empecé a tejer para mantener las manos ocupadas cada vez que sentía ganas de encender un cigarrillo.
Llevaba las cosas para tejer a todas partes.
Lo mejor para mí, sin duda alguna, fue participar en un programa para dejar de fumar.
Tenía un asesor al que podía llamar para pedir apoyo.
El programa me ayudó a reflexionar sobre lo que realmente valoro, como estar presente para ver crecer a mis nietos.
Y me ayudó a aprender a verme a mí misma como una exfumadora.
Eso puede sonar simple, pero para mí fue algo muy importante.
Todavía pasaba tiempo con mis amigos, pero solía sentarme con los dos que no fuman.
Y dejé de beber alcohol por un tiempo.
Solía pedir un refresco de dieta.
Pensé que los otros se burlarían de mí, y uno de ellos lo hizo, pero no fue por mucho tiempo.
Me uní a un club de tejido en el trabajo.
Eso me ayudó porque hice nuevas amistades.
Pero en casa fue más difícil.
Mi esposo se sintió mal cuando yo ya no quise fumar con él.
Le costó un tiempo, pero al final lo aceptó.
Me respeta por haber dejado de fumar, y él ahora fuma menos.
Ahora, otro de mis compañeros de trabajo quiere dejar de fumar, así que los tres vamos a jugar juntos al póker.
Usted puede dejar de fumar y mantener su vida social.
Es posible que estas historias le hayan dado algunas ideas que pueden ayudarle a tener éxito.
